El genocidio armenio: una herida que aún nos interpela
A veces, la historia nos golpea con verdades que cuesta aceptar. El genocidio armenio es una de ellas. Durante la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano llevó a cabo uno de los mayores crímenes contra la humanidad: la persecución y exterminio sistemático de más de un millón y medio de armenios, una comunidad que había formado parte de su territorio por siglos.
Aunque la hostilidad hacia los armenios no era nueva, el ascenso al poder del partido de los Jóvenes Turcos en 1908 marcó el inicio de una política cruel y despiadada. Con la idea de “Turquía para los turcos”, el régimen buscó borrar a los armenios de la historia. Y lo hizo paso a paso, de forma calculada.
El 24 de abril de 1915 se dio el primer golpe: arrestaron a cientos de escritores, artistas, religiosos, maestros y líderes comunitarios armenios. Fueron deportados al interior de Anatolia y asesinados, dejando a su comunidad sin voces ni liderazgo. Lo que siguió fue una pesadilla: confiscación de bienes, mujeres secuestradas y vendidas, niños arrebatados de sus familias y llevados a orfanatos para borrarles la identidad.
Pero lo peor fueron las marchas hacia el desierto sirio. Familias enteras, sin agua ni comida, obligadas a caminar hacia una muerte segura. Sin protección, expuestos a los ataques de bandas armadas, a la sed, al hambre, al sufrimiento. Por decreto, incluso se prohibió que alguien ayudara. El resultado fue devastador: para 1923, más de un millón y medio de armenios habían sido asesinados.
Un genocidio negado
Aunque hay testimonios, documentos y pruebas irrefutables, Turquía sigue negando que el genocidio haya ocurrido. Es más, en ese país es ilegal reconocerlo públicamente. Solo 30 de los 193 países de la ONU han aceptado formalmente este hecho, entre ellos Argentina. En 2007, gracias a la Ley 26.199, nuestro país declaró el 24 de abril como el Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos, en memoria del genocidio armenio.
Recordar para construir un futuro mejor
¿Por qué hablar del genocidio armenio hoy? Porque no es solo un hecho del pasado. Negar el genocidio duele, no solo a los descendientes de las víctimas, sino a toda la humanidad. Nos recuerda que la discriminación y el odio pueden llevarnos a lo peor de nosotros mismos.
Este tema nos interpela a todos: ¿qué hacemos hoy para evitar que algo así vuelva a suceder? Recordar es un acto de justicia, pero también un compromiso con el presente y el futuro.
Te invitamos a ver este video, donde contamos cómo la memoria de los armenios sigue viva. Porque recordar no solo es honrar a quienes ya no están, sino una forma de defender los valores que queremos para las próximas generaciones.